27/07/2012
Lo primero que ves al llegar a la Mezquita Azul es una cola de turistas que esperan para visitarla. Delante de sus puertas, organizadamente van dando pashminas a toda aquella persona que no vaya cubierta y bolsas para guardar los zapatos. Los visitantes entran por orden riguroso, y el espacio interior de la mezquita se va llenando de flashes. El interior está cercado y los turistas no pueden pasar esa valla que protege el respeto de la oración. Las mujeres rezan, leen y se protegen de todo este gentío detrás de los biombos. Tanta gente provoca una sensación de estrés precisamente en un lugar de tranquilidad y sosiego. Pero ellas ajenas a tanta muchedumbre mantienen esa paz interior a pesar del bullicio constante de turistas en el mes de julio.
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