16-07-11
Al llegar a Hangzhou y pasar el puente Gulon te encuentras con unas calles llenas de tenderetes que venden artesanía local. El olor a comida impregna el ambiente (pinchos de carne, costillejas de tocino y soja, tortas, dulces, helados y té verde). Los artesanos fabrican sus productos delante de los potenciales compradores (mascaras, figuritas de cristal, turrón que dan a probar, acrobacias con pastas, etc.). Los niños escuchan los cuentos sentados en un banco, al mismo tiempo que observan a través de unos agujeros lo que el narrador indica con sus onomatopeyas. Las tiendas de hierbas medicinales incitan con su agradable olor a entrar y observar. Tiendas al estilo antiguo, con sus vitrinas de cristal, barra de madera y amplio espacio. El té gratuito calma la sed del visitante. Los chinos llenan sus termos y botellas. Al final de la calle un mercado cubierto para degustar la gastronomía de la zona (pinchos de carne, de cangrejo, arroz, pollo entero envuelto en hojas con aspecto de boniato, etc.). Más adelante muchas mujeres y algún hombre bailan música china en las plazas. Los niños juegan, gritan, patinan y los más pequeños montan en cochecitos con forma de muñecos que dan vueltas. El cielo está lleno de cometas, gran afición de los ancianos. Esas mismas cometas iluminan la oscura noche por sus luces de colores incorporadas. A lo lejos encima de la cumbre la pequeña pagoda iluminada. Los fuegos artificiales de la presentación del automóvil de Toyota rompen con la armonía pero a los chinos no parece importarles.
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