14/08/2008 Foto: ACR
Gretel siguió mirando unos momentos más; luego se estremeció y se dio la vuelta.
- Me voy a mi habitación a ordenar mis muñecas -anunció- (...).
(...) Se sentó en la cama y empezaron a pasarle muchas cosas por la cabeza.
Su hermano se acercó a la ventana y, mientras contemplaba a aquellos cientos de personas que trajinaban o deambulaban a lo lejos, reparó en que todos -los niños pequeños, los niños no tan pequeños, los padres, los abuelos, los tíos, los hombres que vivían en las calles y que no parecían tener familia -llevaban la misma ropa: un pijama gris de rayas y una gorra gris de rayas.
-Qué curioso- murmuró, y se apartó de la ventana.
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